Por Agustín Quesada
Seguimos a pie las vías del tren, desde Ollantaytambo por algo más de 22 km. En el camino hicimos noche en un puesto de control, y mientras el guardaparque saboreaba una exquisito guiso de Sebastián, nos comentaba que los Incas debieron haber imitado a las cuquis, hormigas extragrandes que se encuentran por el lugar con algunas capacidades organizativas particulares, como las de cruzar ríos agarrándose unas con otras en cadena formando un puente de hormigas para luego el resto cruzar por arriba. Además las cuquis guerreras velan a las obreras que trabajan día a día de a cientos o miles. Todo para mantener y hacer crecer a la colonia.
Y luego llegamos a aguas calientes y empezamos a subir escalones. Ya de arranque no más con las piernas en estado dudoso de la caminata anterior, hicimos los primeros pasos para subir también a pie a la ciudadela
En la ruta al Waynapicchu, cima anexa a la ciudadela desde donde esta se puede ver sin igual y sigo pensando en lo regalados que estamos, y más cuando nos damos cuanto que estamos subiendo a la cumbre sin absolutamente nada de agua. Pero el agua es un elemento tan sutil, que en ocasiones hasta de las rocas puede beberse, es así como encontramos ningún arroyo, como nos habían advertido, pero si algunas goteras que recibimos como un regalo absorbiendo las aguas de las entrañas.
Y nos falta descender de la ciudadela mientras nosotros los hacemos despacio uno por uno, una chasqui moderna nos pasa por al lado enseñándonos como se hace: la niña de unos 9 años, que seguramente bajaba a buscar algo para volver a subir con su madre que vendía algo de comer arriba, bajaba corriendo, saltando usando una sola piedra por escalón usando las manos en alto para hacer equilibrio, y volando suavemente entre la selva desaparece. Nos decidimos a imitarla y no se si fue la solución para nuestras rodillas pero si antes de darnos cuenta estábamos al nivel del río Urubamba listos para seguir el camino.
Seguimos a pie las vías del tren, desde Ollantaytambo por algo más de 22 km. En el camino hicimos noche en un puesto de control, y mientras el guardaparque saboreaba una exquisito guiso de Sebastián, nos comentaba que los Incas debieron haber imitado a las cuquis, hormigas extragrandes que se encuentran por el lugar con algunas capacidades organizativas particulares, como las de cruzar ríos agarrándose unas con otras en cadena formando un puente de hormigas para luego el resto cruzar por arriba. Además las cuquis guerreras velan a las obreras que trabajan día a día de a cientos o miles. Todo para mantener y hacer crecer a la colonia.
Y luego llegamos a aguas calientes y empezamos a subir escalones. Ya de arranque no más con las piernas en estado dudoso de la caminata anterior, hicimos los primeros pasos para subir también a pie a la ciudadela
Luego de descansar en aguas calientes, emprendimos la marcha en el mismo despertar de un día brumoso, eran algo de las 5.30 am, algunos pasos que había que dar era para gigantes.
Y las magnificencia del lugar elegido para la ciudadela entre escarpadas crestas graníticas hace pensar en la estrategia, nada al azar, de dominar. Quien otro sino los que están arriba son los señores.
Y otro escalón
Y llegamos a la ciudadela de Machu Picchu, ganándole al día, destruidos, con necesidad de siestas. Y las cosas más claras que nunca, nada de misterios, aquello es una urbe, con sus plazas, sus tierras de cultivos, sus lugares de almacenes, su villa obrera, su barrio acomodado para el señorío y la Panaca, o familia de los nobles.
Y me veo vulnerable casi sin aliento, casi espero rendido que del otro lado de alguna de las pequeñas puertas trapezoidales o murallas salga El Inca y me cante las 40. Hablo por adentro con él y le pido permiso, en realidad haber subido a pie era la forma de hacerlo.
En la ruta al Waynapicchu, cima anexa a la ciudadela desde donde esta se puede ver sin igual y sigo pensando en lo regalados que estamos, y más cuando nos damos cuanto que estamos subiendo a la cumbre sin absolutamente nada de agua. Pero el agua es un elemento tan sutil, que en ocasiones hasta de las rocas puede beberse, es así como encontramos ningún arroyo, como nos habían advertido, pero si algunas goteras que recibimos como un regalo absorbiendo las aguas de las entrañas.
Para llegar hasta lo más alto, pero antes, la última prueba una las escalinatas se adentraban en una cueva de rocas tan pequeña que un solo hombre entraba haciendo acrobacias debía dar 8 exactos pasos para salir y pensaba que pasaría si ahora sí me recibiese a mi torpe salida El Inca, pienso y no me decido si me daría garrote por atreverme a llegar hasta ahí o me estiraría la mano para ayudarme a salir. Por suerte esta Diego con una mano para sacarme la mochila de encima y ayudarme a continuar.
Y Ahora sí la cumbre del Waynapicchu que curiosamente no fue como otras cumbres, no hubo vértigo, no hubo grandes emociones, la lección era evidente, no hay llegada, el camino es lo importante y por eso.
Otro escalón
Pero ahora en bajada que dan respiro a los pulmones pero agarrotan las piernas y muelen las rodillas. Para continuar con la lección del camino, no todo era bajada, muchas subidas y bajadas más nos esperarían hasta poder regresar a la ciudadela.
Y nos falta descender de la ciudadela mientras nosotros los hacemos despacio uno por uno, una chasqui moderna nos pasa por al lado enseñándonos como se hace: la niña de unos 9 años, que seguramente bajaba a buscar algo para volver a subir con su madre que vendía algo de comer arriba, bajaba corriendo, saltando usando una sola piedra por escalón usando las manos en alto para hacer equilibrio, y volando suavemente entre la selva desaparece. Nos decidimos a imitarla y no se si fue la solución para nuestras rodillas pero si antes de darnos cuenta estábamos al nivel del río Urubamba listos para seguir el camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario