miércoles, 8 de febrero de 2012

Ollantaytambo


Los tambos (tampu, en voz quéchua) durante el Tahuantisuyu eran los depósitos para los alimentos de las cosechas, que podían servir además, como albergue para el Inca y su séquito cuando salían de Cuzco. Los había de menor categoría, que quedaban reservados para el resto de la comitiva estatal. Cada uno de estos tambos se encontraba cada 20 o 30 km sobre los caminos.
A orillas del río Patakancha, poco antes de su desembocadura en el caudaloso Urubamba, se encuentra lo que fue uno de estos tambos, Ollantaytambo. Es una de las pocas ciudades incas, si no la única, que es habitada hoy en día. Al caminar por las angostas y sinuosas calles se pueden apreciar las construcciones incas, caracterizadas por grandes piedras que encajan perfectamente unas con otras.  


En la parte alta de la montaña que la rodea se conservan andenes de cultivos, los que además contribuían a la estabilización de las laderas, disminuyendo el riesgo de avalanchas. El agua del río era canalizada y llevada hasta los andenes para su riego.



En este contexto encontramos nuevamente un restaurant donde servían menú. Menú significa que allí comen los locales una sopa y plato de segundo que puede ser pollo y bisteck o pescado, generalmente acompañado de ensalada y arroz o verduras y arroz. Nos servía Katy, una de estas señoritas peruanas que difícil saber es  si tienen 18 o 25 años. La tía de Katy era la dueña y daba las órdenes de cuantos platos quedaban por vender desde la cocina.



Una noche, tarde a la argentina, salimos a comer y frente a la desazón de encontrar todo cerrado golpeamos fuertemente a la puerta del restaurant ya con las puertas cerradas.
–NO HAY MASSS!!!- gritaron de adentro
-Ya, por favor no nos va a dejar sin comer.. - Grito algún no de nosotros.
-BUENO, PERO no hay sopa, solo SEGUNDO – sentenció.
Nos miramos y nos dio igual. Entramos, y al rato de servirnos el plato de comida (éramos los únicos) Katy, la madre de Katy y Carlos, el primo de Katy, se sentaron con nosotros a la mesa.

La tía comentaba que toda la ciudad estaba llena de oro enterrado por los incas, que incluso su padre trabajando arando la tierra como agricultor desenterró accidentalmente un lingote de oro y que con eso fue que compro toda una manzana del exclusivísimo Ollantaytambo. Luego el gobierno prohibió las excavaciones de los buscadores de oro para  proteger las construcciones.

Como si fuesen amigas Katy y la madre empezaron a hablar de historias de alemanes, gringos y negros, que según Katy, eran los preferidos de la madre. Pasaban los minutos y la oferta se empezó a hacer evidente, Katy se ofrecía para casarse y poner una hosterìa en la cual ella se encargaría de todo y alguno de nosotros gozaría de la buena vida para siempre.

La oferta era tentadora, pero Katy de quién también dudábamos si estaba embarazada o no… nos puso a dudar y luego de unas cuantas cervezas más el primo de Katy aceptando que no íbamos a picar del anzuelo, nos llevo a pasear por las callecitas de los incas y algunos bares locales.

Lamentablemente no tenemos fotos de Katy y su tía, pero remediar la situación los dejamos con algunas buenas instantáneas de Ollantaytambo.







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