Los tambos
(tampu, en voz quéchua) durante el Tahuantisuyu eran los depósitos para los alimentos de las cosechas, que podían servir además, como albergue para el Inca
y su séquito cuando salían de Cuzco. Los había de menor categoría, que quedaban
reservados para el resto de la comitiva estatal. Cada uno de estos tambos se
encontraba cada 20 o 30 km sobre los caminos.
A orillas del
río Patakancha, poco antes de su desembocadura en el caudaloso Urubamba, se
encuentra lo que fue uno de estos tambos, Ollantaytambo. Es una de las pocas
ciudades incas, si no la única, que es habitada hoy en día. Al caminar por las
angostas y sinuosas calles se pueden apreciar las construcciones incas,
caracterizadas por grandes piedras que encajan perfectamente unas con otras.
En la parte
alta de la montaña que la rodea se conservan andenes de cultivos, los que además
contribuían a la estabilización de las laderas, disminuyendo el riesgo de
avalanchas. El agua del río era canalizada y llevada hasta los andenes para su riego.
En este
contexto encontramos nuevamente un restaurant donde servían menú. Menú significa
que allí comen los locales una sopa y plato de segundo que puede ser pollo y
bisteck o pescado, generalmente acompañado de ensalada y arroz o verduras y
arroz. Nos servía Katy, una de estas señoritas peruanas que difícil saber es si
tienen 18 o 25 años. La tía de Katy era la dueña y daba las órdenes de cuantos
platos quedaban por vender desde la cocina.
Una noche,
tarde a la argentina, salimos a comer y frente a la desazón de encontrar todo
cerrado golpeamos fuertemente a la puerta del restaurant ya con las puertas
cerradas.
–NO HAY
MASSS!!!- gritaron de adentro
-Ya, por
favor no nos va a dejar sin comer.. - Grito algún no de nosotros.
-BUENO, PERO
no hay sopa, solo SEGUNDO – sentenció.
Nos miramos y
nos dio igual. Entramos, y al rato de servirnos el plato de comida (éramos los
únicos) Katy, la madre de Katy y Carlos, el primo de Katy, se sentaron con
nosotros a la mesa.
La tía
comentaba que toda la ciudad estaba llena de oro enterrado por los incas, que
incluso su padre trabajando arando la tierra como agricultor desenterró
accidentalmente un lingote de oro y que con eso fue que compro toda una manzana
del exclusivísimo Ollantaytambo. Luego el gobierno prohibió las excavaciones de
los buscadores de oro para proteger las construcciones.
Como si
fuesen amigas Katy y la madre empezaron a hablar de historias de alemanes,
gringos y negros, que según Katy, eran los preferidos de la madre. Pasaban los
minutos y la oferta se empezó a hacer evidente, Katy se ofrecía para casarse y
poner una hosterìa en la cual ella se encargaría de todo y alguno de nosotros
gozaría de la buena vida para siempre.
La oferta era
tentadora, pero Katy de quién también dudábamos si estaba embarazada o no… nos
puso a dudar y luego de unas cuantas cervezas más el primo de Katy aceptando que
no íbamos a picar del anzuelo, nos llevo a pasear por las callecitas de los
incas y algunos bares locales.
Lamentablemente no tenemos fotos de Katy y su tía, pero remediar la
situación los dejamos con algunas buenas instantáneas de
Ollantaytambo.
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